Ese minuto de locura


el delicado equilibrio
que había entre tú y yo
graduada en letras y filosofía
y los camioneros que dicen rubia
los compadritos que miran descaradamente las
caderas de las chicas que pasan
los tipos e cualquier lugar y a cualquier hora
dicen puta
EJ
Me pregunto por qué en México –y quién sabe si en otros puntos del continente-los argentinos tienen fama de soberbios. Claro que debe haberlos. Como de hecho hay mexicanos monstruos de soberbia. Japoneses, incluso. Será ese peregrino concepto que tenemos los mexicanos de “humildad”… mismo que pudo haber desgarbado hasta la pusilanimidad a la bella Elena Jordana, llegando al grado de declararse jodida a voz en cuello y son singular alegría. “No ejerzo de argentina”, dicen que decía.
Nacida en Buenos Aires, Argentina, el 25 de septiembre de 1940- su gran amigo mexicano, el poeta Dionicio Morales da un año distinto: 1934 ¿Pensaba Elena que entre más joven, más querible?- para, ateniéndonos a la versión de la poeta, contaba 32 años al momento de trasladarse a la ciudad de México tras nueve de habitar -¿hibernar?- en Nueva York, en cuya universidad de Columbia se graduó en literatura española y latinoamericana. No se atrevió a escribir poesía hasta bien entrados los 27… y no en Argentina, que por entonces vivía una de las más crueles dictaduras de las que se tenga memoria, ambiente en el que difícilmente pudo haber escrito alguien con la hipersensibilidad de nuestra poeta. Ocurrió en Nueva York, y el título de aquel primer librito con que llegó a México bajo el brazo, junto con su prestigio como editora-maga de El mendrugo –venía “jugando” a la edición de revistas literarias desde los quince-; primera de las editoriales cartoneras de nuestro continente, no puede ser más elocuente respecto a su conflicto con la página blanca: S.O.S, Aquí Nueva York.

Pero pareciera que todo se le escatima a Elena: desde su calidad indiscutible de precursora de las editoriales cartoneras… ¡hasta un premio que obtuvo en 1978, en pleno 2007! Nada menos que el Nacional de Poesía Aguascalientes –siendo, por cierto, primera fémina en ganarlo desde la institución del certamen en 1968, con el libro Poemas no mandados. Y sin venir al caso, a raíz de la polémica desatada al declarársele desierto por primera vez en su historia, se le citó en un artículo como ejemplo de triunfo ilegítimo, pues, se insinuaba, había sido favorecida por un jurado compuesto por tres amigos de la poeta: Efraín Huerta, Jaime Sabines y Roberto Fernández Retamar. Tal ligereza fue ferozmente desmentida por las también poetas Thelma Nava y Raquel Huerta Nava, viuda e hija respectivamente de Efraín Huerta. El error de los autores de dicho artículo, los poetas Luis Aguilar y Armando Alanís Pulido, fue prestarle oídos a un señor –poeta- en estado de ebriedad, Rolando Rosas Galicia.
El nombre de Elena Jordana salía nuevamente a relucir, cuando sin duda se encontraba ya enferma –solo nos queda esperar que no se haya enterado de semejante afirmación- pues dejó este mundo el pasado 22 de diciembre de 2008, oculta en algún rincón de su natal Buenos Aires. Justo el día de su muerte, por cierto, terminó de imprimirse en una edición muy limitada un libro destinado a ser póstumo y aún no conocemos: Umbrales. Publicó un total de siete libros prácticamente inconseguibles, sin contar el antes citado: S.O.S. aquí Nueva York, Cartas no mandadas, Poemas no mandados, Mujer al sol, Diré lo mío, De mares y nómadas navegantes. Su curriculum la señala, sin embargo, como triunfadora de otra certamen no menos prestigiado en la que Sabines no tenía mínima injerencia, el Nacional de Teatro Ramón López Velarde, con el monólogo Mujer al sol, en 1982. Ella, de hecho, solía cambiar el tema cuando los premios salían a relucir, “mi mejor texto nunca lo voy a publicar. Es un relato titulado “El principado de Mónaco”.
Escuché hablar de ella mucho antes de la tardía “denuncia” de un poeta en una cantina. Me la mencionó la poeta Dana Gelinas, cuyos ojos se humedecieron ante la sola mención del nombre: Elena Jordana. Elena Jordana. Como cuando recuerda uno la pérdida de una valiosa prenda: el camafeo de la abuela. El inconseguible libro de un autor olvidado, “algo fuerte debe haberle pasado para marcharse de México tan intempestivamente –me dijo Dana, calificando su poesía de sencillamente extraordinaria.
La entrevista que con ella recoge Dionicio Morales en su libro Concirto para varias voces y un intérprete (UAM, 2009), nos deja entrever a una mujer con tendencia a la depresión, aunque él la califica –me parece que injustamente- de “masoquista”
“(…) La vida está formada por etapas; la de México ha sido maravillosa para Elena Jordana aunque se las arregla siempre para sentirse jodida de alguna manera -¿masoquismo?- Lamenta poner punto final a su etapa en México y siente que abre otra en Argentina. Toma la decisión por cosas más prácticas: tiene donde vivir, no paga alquiler, conserva algunos afectos, lo mismo que en México: por eso se siente dividida.” (p. 113).
Por desgracia en esta entrevista, la única disponible con la poeta hasta donde sé, su interlocutor le brinda muy poca oportunidad para emplear sus propias palabras y explicar por qué a veces el hecho de no tener que pagar alquiler no basta para sentirse bien en un lugar. El poeta más bien la describe según su muy particular percepción: ¿Será acaso que estamos ante una mujer en exceso reservada, que habla con la misma frugalidad con la que come? Escuchémosla a través de uno de sus Poemas no mandados, donde es posible visualizarla con su impeinable melena castaña, adherido a las mejillas, mientras hurga entre desperdicios de cartón y otros materiales que adquirirán la forma de los poemas de Octavio Paz, Ernesto Sabato, Jaime Sabines…


XIII. TANGO
Soy esa borrachera que necesitás a mitad de año
cuando el aguinaldo
las vacaciones
el ascenso
aún está lejos
soy la nota disonante
que te ayuda a sobrellevar esa armonía monótona
que decís que es tu vida
soy ese minuto de locura
que te permite aguantar el resto de la hora
el elogio dicho con firmeza tal que descarta tu duda
la urna en que depositarás tus lastimeros “vos no
sabés”
tus pequeñas frustraciones cotidianas
tus;
el café está frío
quien me abrió esta carta
otra vez la cuenta del gas
soy la que despierta los rinccones más inéditos de
tu piel
la que te hace decir:
con vos me siento otra vez un colegial.

soy
en otras palabras
esa mujer que te llevás a un hotel
en una noche de borrachera
y a quien olvidarás de preguntar su nombre
o si podrás volver a verla algún día.


Ateniéndonos por el momento a los expresado en el poema, que revela una autoestima nula a la vez que la aceptación festiva de ser ocasionalmente “atendida”… “usada”, la reacción de la lectora contemporánea –y quién sabe si del lector- podría no corresponder a la súplica implícita en la voz poética de ser querida, compadecida acaso. Pero si atendemos al hecho de que la poesía de esta autora, alumna por cierto de Nicanor Parra, exalta la minusvalía de hombres y mujeres poco favorecidos por la suerte; lo poquita cosa, la vulnerabilidad no propia de la autora sino de un sinnúmero de personajes, la cosa cambia. La voz poética de “Tango”, por ejemplo, se asume una cosita pequeña, carne de hoteles de paso, pero igual valora a los descobijados –metafóricos y no- que parecen formar parte de su vida cotidiana: la mujer del parque, abrazada a una botella como a una última esperanza; el flaco que acosa “rubias” sin esperanza, más por fastidiarlas que por esperar algo de ellas; al hombrecito que se siente obligado a pedir disculpas por existir; al poeta clandestino con la barriga semi vacía…los seres sin casa y sin destino inflaman la vena poética de Elena Jordana, la bella pepenadora que convierte en poesía la basura que toca… la Elena que se estremece de emoción ante lo que otros consideran despreciable: “Y tú que te creías el rey de todo el mundo/ jodido como el olor a humedad/ las uñas comidas/ las masturbaciones nocturnas/ o los llantos nocturnos/ desamparado como un adolescente fumando espero/ en una esquina/ solo como un gerente de banco los fines de semana/ como un ex presidente/ o un viudo/ patético como un buzón vacío/ como no ganar –otra vez- la lotería/ como querer ensayar una sonrisa frente al espejo/ y ni siquiera encontrar un espejo/ lírico como manos de monja bordando las iniciales/ de Cristo en un pañuelo….” (“Cantar”, p. 26).
No sé si está de más aclarar que me topé con un ejemplar de Poemas no mandados (Joaquín Mortiz, 1979) en una librería de viejo. Que apenas abrirlo me aguardaba el primer detalle revelador de la personalidad de la poeta: una dedicatoria meticulosamente tachada con plumón negro, como quien no quiere que se sepa… o se arrepiente de haber escrito lo que escribió. Adornito más que arrepentimiento: el nombre negado de alguien que pudo ser quien expulsó su corazón de México… alguien que no quiso jugar con la niña aficionada a las cuerdas y al dulce amargo. Y aún en la negación se advierte la mano acuciosa, artesanal… amorosa que se solaza en la minuaturización de las enormes penas, único sentimiento que admite el fasto en la poesía de Elena Jordana: la nostalgia, toda ella elaborada con piedras e incrustraciones que no por artificiales dejan de ser genuinas: “esta noche tan de allá/ va a ser larga sin tus manos/ sin un mate/ sin un sueño al que asirse/ sin otra cosa que los poemas de Vallejo/ a quien ya no le sirve que yo le grite.” (p. 21, 22).
Las múltiples dedicatorias… la rasposa ternura con que alude a sus amigos –Gelman, Artl-, o sus autores, hace pensar en una mujer que necesita el amor con desesperación. Ser algo para alguien más allá de los afectos amistosos. Pero jamás se atreverá a pedirlo. A sugerirlo, siquiera. Sus poemas son hechos, no súplicas. Y dudo que tenga algo que ver con el orgullo: más bien se trata de una vocación de soledad, propia de los condenados a resignarse al amor inalcanzable para que la poesía no se agote. Una amorosa en toda la extensión del término:

Sabines dijo:
A la chingada las lágrimas
y se puso a llorar
como se ponen a parir.

Yo le dije:
al carajo la poesía
y me puse a escribir
como se ponen a vivir



LISTA DE TÍTULOS DE “EDICIONES EL MENDRUGO”
Nicanor Parra (Chile) Los profesores
Varios (New York) El taller con Nicanor Parra
Elena Jordana (Argentina) S.O.S. aquí New York
Ernesto Sábato (Argentina) Carta a un joven escritor
Octavio Paz (México) Vuelta
Stella Calloni (Argentina) Los subverdes
Igor Delgado (Venezuela) Ephephetae
Leonel Góngora (Colombia) 4 poemas íngrimos en Hardley retread
Marco Antonio Montes de Oca (México) Astillas
Juan de la Cabada (México) Vieja muestra: una chamaca y dos gringuitas
Fayad Jamís (Cuba) Poemas del fin del mundo
Iris Zavala (Puerto Rico) Poemas prescindibles
Manuel Durán (España) Cámara oscura
Varios (Nicaragua) Premio de poesía Leonel Rugada
Elena Jordana (Argentina) Poemas no mandados, Cartas no mandadas, En un reino remoto

MENSAJE DE LA POETA RAQUEL HUERTA-NAVA, A PROPÓSITO DE ELENA JORDANA.
es una pena que no me hayas comentado a mí o a mi madre sobre Elena Jordana. Ella era una mujer muy fuerte. Qué pena que Dana se imaginara algo raro, qué pena pues nunca la conoció. Elena se fue de México porque su madre estaba muy enferma y deseaba estar con ella en sus últimos días. A mí me dejó material, revistas antiguas, a Dionicio Morales le dejó todo el material, cartón y papel, de sus ediciones del mendrugo que él seguramente tiró a la basura... Nadie la lastimó como para que se fuera, aunque es cierto, no fue afortunada en amores, pero el motivo de su partida fue la enfermedad de su madre. Los misóginos no la querían nadita.
En el 2006 mi mamá la vio en Buenos Aires. No era una mujer débil ni misteriosa. En Nueva York consiguió un prestigio y una presencia muy destacados y era conocida en todo el continente, no hibernó precisamente. Tuvo muchos amigos que la conocieron bien y que te podrían haber dado más información, material, etcétera. Mi madre sabe quiénes fueron algunos de sus amigos.

Por lo demás tu trenza está muy bien y es un hermoso recordatorio de ella, de su personalidad y un poco de su trabajo.

Te mando un abrazo!!!

3 comentarios:

Samuecchi dijo...

Bueno, será que tienen con qué presumir esos argentinos.

Digo, yo también quisiera decir que mi país dio a un Cortazar, un Sábato, un Borges, un Messi, un Maradona, un Girondo, un Batistuta, y así.


Por parte de México, sin la gloria de ganar un mundial y vivir a la sombra de los Estados Unidos, digamos que Paz, Pancho Villa y las muertas de Cd. Juárez no me tienen muy orgulloso que digamos.

Eve Gil dijo...

No puedo estar más de acuerdo contigo. El patriotismo no me ciega. Lo único que me ennorgullece de mi país es Sor Juana y uno que otro deportista y artista destacado, pero no tenemos cara para estar criticando a los demás, definitivamente NO

Antigona dijo...

ay no puedo creer que el nombre de Rolando Rosas este asociado a un comentario misogino y de despretigio, y encima alcoholico jejeje estoy siendo ironica aclaro. Este tipo deberia mejor cerrar la boca, es un CHOTO como poeta, amigo, y familiar... en fin... menos mal que la gente esta dejando de escucharlo...